Últimos días de vacaciones. No importa. Creo que hemos acertado tomándonos el mes completo. Las vacaciones partidas tienen su gracia pero saben a poco. Ya veremos en los próximos años.
Por mis manos han pasado tres novelas durante este mes. De Vargas Llosa, "El sueño del celta". De Rafeal Martínez Simancas "Doce balas de cañón" y de Javier Marías "Los enamoramientos". De las tres, me quedo con la última, aunque para leer a Marías, en mi opinión, hay que ser muy aficionado a la literatura. Su estilo no es precisamente accesible pero si logra seducirte te engancha. Escribe siempre en primera persona, más que una narración, se limita a "transcribir" sus pensamientos. Esto produce un efecto absorbente sobre el lector. En algún sitio leí que su prosa "hipnotiza". Bueno, pues algo así. Además, sus pensamientos van describiendo círculos que se expanden y, a veces, acaban por marear al lector. No he conlcuido aún la novela aunque me queda poco.
"Doce balas de cañón" es entretenida. Me la regaló un paciente en junio. Un profesor de historia retirado que tiene la gentileza de obsequiarme con un libro, generalmente de historia, cada vez que acude a mi consulta. Se lee en cuatro ratos y en este caso ha coincidido con mi viaje a Melilla. Hacía casi 30 años que no volvía y me he reencontrado con lugares que habité en mi infancia y que no han abandonado mi memoria afectiva, empezando por el mantelete, mi barrio, con nuestra vieja casa, tal vez la última vez que la contemple porque creo que la van a derribar, el Parque Hernández, la Plaza de España, la Avenida... Bueno, lo que quería decir es que la novela tiene que ver con Melilla por proximidad geográfica, porque trata de la guerra de Marruecos, concretamente con el desatre militar de Annual y de un malagueño ejemplar, el comandante Benítez (era de El Burgo). La novela está bien documentada pero escrita quizá demasiado deprisa. No obstante, se puede salvar, quiero decir, que se puede dar por bueno el tiempo y el dinero gastados en leerla (aunque en mi caso fue un regalo), y ello,en mi opinión, por dos razones. La primera, por el esfuerzo que representa adentrarse en la historia de una guerra y unos sucesos inmerecidamente olvidados. La segunda, porque trata de eso que llamamos el honor, algo que en estos tiempos no se sabe muy bien qué es. Y el honor no de unos personajes de alta alcurnia, que no dieron la talla, sino el honor de la gente del pueblo, de jovenes veinteañeros que murieron a miles, llevando la tragedia de su pérdida a innumerables hogares humildes, hogares de todos los pueblos de España. Otro día quizá escriba unas líneas de esa cosa extraña que es el honor.
"El sueño del celta" fue la primera que empezé a leer en los primeros días de agosto. Su estilo es impecable y las primeras 100 páginas son bastante amenas. A partir de aquí uno empieza a aburrirse (el argumento además es bastante triste) y la he dejado por la página 150 más o menos. No se si seguiré. Lo más probable es que sí.
Estos libros han sido las novedades del mes pero nunca abandono lo que son mis lecturas o mejor dicha mis relecturas habituales. Así, he repasado la Carta de Pablo a los Gálatas, la Primera a los Corintios y me he entretenido repasando apuntes de filosofía, tomados de un magnífico manual escrito por el padre de Javier Marías, don Julián, cuando era casi un muchacho, pero que salió a la luz con todas las bendiciones, nada menos que de Ortega y los maestros de don Julián, aquellos egregios pensadores de la Escuela de Madrid, que elevaron el nivel de la filosofía en España a los más alto del firmamento intelectual occidental.
Por mis manos han pasado tres novelas durante este mes. De Vargas Llosa, "El sueño del celta". De Rafeal Martínez Simancas "Doce balas de cañón" y de Javier Marías "Los enamoramientos". De las tres, me quedo con la última, aunque para leer a Marías, en mi opinión, hay que ser muy aficionado a la literatura. Su estilo no es precisamente accesible pero si logra seducirte te engancha. Escribe siempre en primera persona, más que una narración, se limita a "transcribir" sus pensamientos. Esto produce un efecto absorbente sobre el lector. En algún sitio leí que su prosa "hipnotiza". Bueno, pues algo así. Además, sus pensamientos van describiendo círculos que se expanden y, a veces, acaban por marear al lector. No he conlcuido aún la novela aunque me queda poco.
"Doce balas de cañón" es entretenida. Me la regaló un paciente en junio. Un profesor de historia retirado que tiene la gentileza de obsequiarme con un libro, generalmente de historia, cada vez que acude a mi consulta. Se lee en cuatro ratos y en este caso ha coincidido con mi viaje a Melilla. Hacía casi 30 años que no volvía y me he reencontrado con lugares que habité en mi infancia y que no han abandonado mi memoria afectiva, empezando por el mantelete, mi barrio, con nuestra vieja casa, tal vez la última vez que la contemple porque creo que la van a derribar, el Parque Hernández, la Plaza de España, la Avenida... Bueno, lo que quería decir es que la novela tiene que ver con Melilla por proximidad geográfica, porque trata de la guerra de Marruecos, concretamente con el desatre militar de Annual y de un malagueño ejemplar, el comandante Benítez (era de El Burgo). La novela está bien documentada pero escrita quizá demasiado deprisa. No obstante, se puede salvar, quiero decir, que se puede dar por bueno el tiempo y el dinero gastados en leerla (aunque en mi caso fue un regalo), y ello,en mi opinión, por dos razones. La primera, por el esfuerzo que representa adentrarse en la historia de una guerra y unos sucesos inmerecidamente olvidados. La segunda, porque trata de eso que llamamos el honor, algo que en estos tiempos no se sabe muy bien qué es. Y el honor no de unos personajes de alta alcurnia, que no dieron la talla, sino el honor de la gente del pueblo, de jovenes veinteañeros que murieron a miles, llevando la tragedia de su pérdida a innumerables hogares humildes, hogares de todos los pueblos de España. Otro día quizá escriba unas líneas de esa cosa extraña que es el honor.
Atardecer en la ciudad de Melilla, agosto 2011 |