Fortaleza-castillo de Santa Catalina, s XVII (restaurada y convertida en hotel). Septiembre 2011
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Nuestra casa mira al sur. Tengo unos minutos antes de bajar a la pista de tenis. Desde la terraza contemplo, con el amanecer aún reciente, la tranquila y somnolienta bahía de Málaga, su mar plano y aún grisáceo. Hacia levante, una suave colina, coronada de pinos carrascos, limita la vista. A poniente, otra, más quebrada, luce un viejo castillo de cuyos altos muros cuelgan exuberantes buganvillas rojas.
El verano no da muestras de declive pese a lo avanzado de la estación. Los primeros rayos de sol acarician las copas de los pinos más altos, dejando al espeso sotobosque en penumbra. La oscuridad huye de la claridad creciente y busca refugio, inútilmente, en la exuberante vegetación. La tierra desprende el fresco aroma de la efímera pero aún reciente tormenta. La mañana es espléndida. Bajo ya.
Bahía de Málaga, vista desde la Caleta. Septiembre 2011
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