Un libro del siglo I: Marcos.

Qumran, 27 de febrero de 2019


A mi hijo mayor, que ahora tiene casi quince años, le encanta leer. En ocasiones me pide que le recomiende algún libro. Este verano le he sugerido algunos textos de la Biblia. Por ejemplo, el Libro de Marcos. Aunque quizá no sea, al menos aparentemente, la mejor elección. Voy a explicarme.

En mi opinión, Marcos se pone a escribir dando por sentado que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Y partiendo de esta base le da forma al texto. Pero a nosotros, como lectores actuales, ese planteamiento nos choca. Pensamos que mejor hubiera sido narrar primero la vida y obra de Jesús y dejar esa conclusión para el final.  

El Evangelio de Marcos fue el primero en ser escrito. Pudo ver la luz tan pronto como la década de los sesenta del siglo I, si se acepta el trabajo de Josep O'Callaghan Martínez sobre el papiro 5 de la cueva 7 de Qumran. De ser correcto como parece este dato cronológico, los hechos de Jesús permanecerían todavía frescos en la memoria de la incipiente comunidad cristiana cuando fueron recogidos en esta narración . 


Rollos del Mar Muerto


Sin embargo, dos milenios después, esa frescura se ve contrarrestada por la concisión del texto, la cual nos deja un poco insatisfechos. Un ejemplo de esa sensación lo encontramos en el capítulo 16, el último del libro: trata nada menos que de la resurrección de Jesús. Y le dedica solo 8 versículos. Si esto no resulta curioso, más extraño parece que se limite a relatar la experiencia de las mujeres (su testimonio por entonces carecía de valor) que fueron a embalsamar su cuerpo, encontraron el sepulcro vacío y no contaron  nada a nadie (¡quién iba a creerlas!). 

Aquí termina el libro. Más que un final parece una amputación. De hecho, hubo que añadir posteriormente un epílogo a modo de conclusión.





En mi opinión, los aparentes “defectos” del libro de Marcos son solo eso: "apariencias"Marcos da por sentado lo que obviamente era lo más importante, que Jesús es el Mesías esperado, el Hijo de Dios. Así reza el título de su libro: "Origen de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios". Dicho sea de paso, el Evangelio de Marcos es el único de los cuatro que lleva título, un dato -el de llevar título- que hoy puede parecer irrelevante pero que tenía entonces su sentido: arrancar de una "evidencia" para retornar al comienzo, al "origen". Esa pudo ser la intención de Marcos. Porque en el evangelio de Marcos no hay final, lo que hay es principio: el nacimiento de la comunidad cristiana primitiva. 

Marcos se retrotrae en el tiempo para mostrar la vida de Jesús en su más inmediata cotidianidad, cómo reaccionaba antes las circunstancias más diversas, cómo explicaba la buena noticia a sus allegados y al resto de la gente y cómo dio  cumplimiento a su misión. 

Para contarnos todo eso, el estilo de Marcos hace gala de una sensibilidad exquisita y conmovedora, y de una sencillez que, poco a poco, imperceptiblemente, va venciendo cualquier resistencia. 

Al final, logra dejar en el lector una huella que quizá pueda servir de nuevo comienzo: pero no de la historia que acaba de relatar sino del lector convertido en un nuevo creyente. 

El "final" del libro de Marcos lo pone el lector. Por eso, en rigor, no es un final muerto sino una continuación viva en la que toma cuerpo la forma del texto.