"Sin identidad" ("Unkown")

Gendarmen markt, Berlin; 8 de octubre, 2011


NOTA de 08/12/2013: no leas esta entrada si no has visto la peli y tienes intención de hacerlo. La van a reponer en la tele estos días.Se trata de una reflexión muy amplia que abarca todo el argumento y perdería su gracia.


La película comienza con el protagonista llegando a Berlín en avión y termina partiendo en tren. Sin embargo, el personaje que toma tierra en la ciudad, aún tratándose de la misma persona, se parece muy poco al que la dejará atrás unos días después. La bella capital alemana será el escenario de esta insólita transformación.


Se trata de un científico que acude a un congreso internacional acompañado de su esposa. A poco de llegar tiene que tomar un taxi para volver con la mayor celeridad al aeropuerto porque se ha dejado allí olvidado un maletín con importantes documentos. En una rápida secuencia de imágenes, sufre un accidente de tráfico, se precipita por un puente al río, pierde el conocimiento y se ahoga. ¿Fin de la historia? Nada de eso, la aventura empieza a partir de ese preciso  momento, después de ser rescatado y reanimado. Vuelve a la vida pero tarda varios días en recuperar la conciencia. Cuando se restablece lo hace quedándole como secuela una extraña amnesia, parcial y asimétrica. Pide el alta y retorna al hotel pero nadie, incluida su esposa, lo reconoce. Y, lo que resulta más sorprendente, su identidad ha sido suplantada por otro individuo. Los intentos por convencer a todos de quién es resultan inútiles. Son tantas las evidencias que se juntan en su contra que hasta los espectadores dudamos de la veracidad de su testimonio. No obstante, hay algo que le concede el beneficio de la duda y es el insólito comportamiento de su esposa.


Hotel que acoge el evento cientifíco en la película. 8 de octubre, 2011

Frustrado y perplejo, vaga por la ciudad tratando de encontrar una explicación a lo que le ha ocurrido. En ese tiempo, la película muestra a una persona desorientada y desvalida pero, también, con la fuerte determinación de averiguar quién es realmente y con una actitud y comportamiento que parecen honestos y sinceros.


Alcanzado este punto muerto que parece no tener salida, brota la acción. Una acción trepidante que lo va aclarando todo. El protagonista logra desentrañar el misterio. Una ocultación que cuando se desvela deja perplejo al espectador pero no tanto al personaje. Lo cual resulta chocante puesto que lo averiguado es tremendo, se trata de un sicario profesional,  un terrorista en toda regla que había planeado un sangriento atentado. Descifrar esa aparente paradoja es lo que, en mi opinión, resulta más interesante de la película.

El film da algunas pistas. Una es el accidente con el taxi. Podría haber resuelto la escena que explica la amnesia con un simple traumatismo en la cabeza, pero va más allá. El protagonista habría muerto en el percance de no haber sido por las maniobras de reanimación. Se le para el corazón y entra en coma pero “vuelve” a la vida, a una vida nueva, “regalada”, gracias a la actuación de sus auxiliadores. La escena del salvamento, extrayéndolo del fondo del río expresa muy bien ese renacimiento.

A partir de ese momento, su pasado criminal queda, en virtud de la extraña y selectiva amnesia, ignorado temporalmente. Posteriormente, cuando va recuperando la memoria y percatándose de quién realmente es y lo que ha hecho, su determinación es neutralizar las consecuencias, evitar más daños. Lo hace con valor y generosidad, arriesgando su vida. Su comportamiento noble y heroico hace que el espectador le conceda la redención.

Mientras asistimos a la transformación del protagonista no podemos dejar de preguntarnos
qué es lo que lo induce a cambiar de manera de ser, qué lo impulsa de actuar como un sicario a volverse una persona decente. La película destaca desde el principio un resto de humanidad intacto en el personaje. Este “resto” o “poso” que Ortega denominaba “nuestro fondo insobornable”, va abriéndose camino y ganando terreno en su "nueva" vida, hasta lograr reconquistarla del todo. El azar hizo posible que se abriera un paréntesis, breve pero eficaz, para que ese fondo actuara, conduciendo al protagonista a rescatar del olvido su “auténtica” identidad, aquella que le fue imposible suplantar. Una identidad que permanecía escondida, no precisamente por los efectos de la amnesia, cuando bajó del avión aquella mañana prematuramente invernal. Una identidad que supo abrirse paso, emergiendo audaz e intrépida, como el ritmo de la película, sobre el fondo de una ciudad que, como dice otro de los personajes [el actor que lo interpreta es el mismo que da vida a Hitler en "El hundimiento"], sabía de sobra lo que es olvidar.



Puerta de Branderburgo. Berlín 8 de octubre, 2011