Fotograma de la película "300". Recreación fantástica del Templo de Delfos |
El otro día, un amigo me animó a participar en una reunión de estudio bíblico. ¿De qué o quién tratará?, le pregunté. De Amós, respondió. ¡Qué casualidad! Amós es una figura que había atraído mi curiosidad desde que supe que era muy apreciada por la Historia de la Filosofía. Sí, a un profeta hebreo del siglo VIII a.C. considerado "menor" los filósofos atribuyen dos de las características que mejor reflejan su actividad: buscar la verdad racionalmente y ser heterodoxo, o mejor, paradoxo, es decir, sostener una opinión que no coincide con la de opinión pública u ortodoxia.
Lo que averigüé tras mis indagaciones es lo que ahora me gustaría traer a esta entrada del blog.
En primer lugar, tengo que aclarar que lo que voy a exponer, en buena medida, corresponde a una síntesis extraída de subrayados míos de un texto de Ortega publicado por Paulino Garagorri en la Colección “El Arquero” (Alianza Editorial) bajo el título “La razón histórica”, texto que recoge el contenido de una serie de conferencias que el filósofo dio en Lisboa en 1944 y también de otro procedente de su libro “Origen y Epílogo de la filosofía”.
En ellos hallé la explicación a la enigmática respuesta del profeta Amós al sacerdote Amasías del santuario de Betel, cuando éste le conminó a que se volviera a su país (Judá) y dejara de profetizar en Betel contra Israel. La respuesta de Amós fue esta:
“Yo no soy profeta ni hijo de profeta.
Me gano la vida como ganadero y recolector de higos”.
Libro de Amós 7,14
Fotograma de "300". El rey Leónidas I de Esparta consulta al oráculo de Delfos. |
La pregunta que nos hacemos entonces es esta: si Amós no se consideraba profeta, qué significado tendría para él esa palabra.
Lo que aprendí de las lecturas referidas lo contaré en la próxima entrada.