Muello Uno, Puerto de Málaga, 3 agosto 2012 |
¿Somos dominantes en nuestra relación con los demás?
Yo respondería que sí, que mucho. Aunque el modo varíe según la personalidad de cada uno. Y para demostrarlo voy primero a elegir una personalidad y luego fijarme en lo que pasa durante una conversación.
Empezaré por la personalidad narcisista. Veamos qué rasgos dominantes se destapan en la conversación con un narcisista.
Los narcisistas son la fauna humana más abundante, la representan aquellos que se tienen a sí mismos en muy alta consideración y estima o como se suele decir: los "encantados de conocerse".
Se trata de personajes que al conversar se cuidan mucho de lo que dicen, no sea que en su exposición se les escape lo que de verdad piensan y ello tenga un impacto negativo sobre su "idolatrada imagen". Son tipos que ponen tanto empeño y esmero midiendo el alcance de sus palabras como escaso o nulo interés en las de su interlocutor.
Cuando conversamos con algunos narcisistas extrovertidos dotados de cierta brillantez, lo habitual es ver cómo se regodean en su elocuencia sin poder evitar la impresión de que hablan solo para ellos.
Resulta típico -basta con que nos fijemos un poco- constatar su desagrado cuando son interrumpidos o se les lleva cordialmente la contraria, aunque algunos sepan desplegar una gran habilidad para disimularlo.
Nuestros comentarios, si es que nos dejan hacerlos, suelen caer en saco roto o, a lo sumo, provocar una extraña mueca de indiferencia en sus rostros. Como si no vinieran a cuento. Lo cual hace sentirnos estúpidos. Son tipos que desde el minuto uno están "marcando" su territorio, como el macho alfa de la manada. Nuestro asentimiento les es igualmente indiferente, solo buscan impresionar y la adhesión incondicional a sus planteamientos.
La Farola, desde el Palmeral Málaga, 3 de agosto 2012 |
Los narcisistas son la fauna humana más abundante, la representan aquellos que se tienen a sí mismos en muy alta consideración y estima o como se suele decir: los "encantados de conocerse".
Se trata de personajes que al conversar se cuidan mucho de lo que dicen, no sea que en su exposición se les escape lo que de verdad piensan y ello tenga un impacto negativo sobre su "idolatrada imagen". Son tipos que ponen tanto empeño y esmero midiendo el alcance de sus palabras como escaso o nulo interés en las de su interlocutor.
Cuando conversamos con algunos narcisistas extrovertidos dotados de cierta brillantez, lo habitual es ver cómo se regodean en su elocuencia sin poder evitar la impresión de que hablan solo para ellos.
Resulta típico -basta con que nos fijemos un poco- constatar su desagrado cuando son interrumpidos o se les lleva cordialmente la contraria, aunque algunos sepan desplegar una gran habilidad para disimularlo.
Nuestros comentarios, si es que nos dejan hacerlos, suelen caer en saco roto o, a lo sumo, provocar una extraña mueca de indiferencia en sus rostros. Como si no vinieran a cuento. Lo cual hace sentirnos estúpidos. Son tipos que desde el minuto uno están "marcando" su territorio, como el macho alfa de la manada. Nuestro asentimiento les es igualmente indiferente, solo buscan impresionar y la adhesión incondicional a sus planteamientos.
Los narcisistas se repelen entre sí, no se soportan. Con frecuencia nos sorprenden diciendo de otros cosas tales como "a ese tipo le gusta mucho oírse", lo que nos deja estupefactos porque esa es precisamente la impresión que ellos nos producen. Lo cierto es que suelen ser bastantes perspicaces descubriendo los defectos del prójimo, especialmente los de su clase.
Pero lo que más y mejor los caracteriza es su habilidad para no "mojarse" ni "pringarse" en ninguna circunstancia. Suelen poseer buenas dotes organizativas y capacidad para delegar en otras personas pero implicarse directamente, ir de frente o "a pecho descubierto", eso nunca. No solo se les da bien el mando, también suelen ser excelentes "relaciones públicas" porque les encanta figurar y representar a los demás, apropiándose de su voz y de su imagen, por supuesto, para beneficio propio. No se hartan de acaparar cargos y distinciones, faena a la que se entregan con gran sigilo pero sin descanso pero rara vez los encontraremos resolviendo algún problema concreto, mucho menos en primera línea, sino mandando a otros desde la retaguardia.
Luego tenemos la variante "defectuosa": los introvertidos y sin talento. A estos, sabiéndose torpes y limitados, les horroriza hacer el ridículo, meter la pata o quedar como unos simples frente a alguien que pudiera percatarse de sus carencias y limitaciones. Son tipos a los que les encanta envolverse con un halo de gravedad, dignidad y misterio. Cuando hablan suelen ser parcos en palabras y nunca elevan mucho su tono de voz. Su discurso torpemente hilvanado, tan errático como impreciso, suele resultar insufriblemente cansino y monótono. Es como si no nos consideraran dignos de un esfuerzo mayor por su parte. Por otra parte, su narcisismo les empuja, paradójicamente, a la envidia, la cual les hace dedicar comentarios despectivos a los demás, simplemente porque los ven disfrutar de la vida, concederse caprichos o simplemente ser felices.
Lo que vengo apuntando representa la parte desagradable del trato con este grupo de individuos, pero no todo es negativo. Decía antes que sus habilidades organizativas y de mando, cuando tienen talento, son innegables, cualidades imprescindibles para que, por ejemplo, una empresa "eche a andar" (lo más duro y difícil). Son tipos emprendedores, de sobrada audacia, con la que logran sacar adelante proyectos que acaban redundando en beneficio de muchos.
En suma, una fauna humana que podría llegar incluso a caerte bien siempre que no intentes hacerles sombra o restarles protagonismo: errores ambos fatales porque no los perdonan ni pasan por alto.
Quizá por eso suelan llevar tras de sí un séquito de cortesanos y aduladores.