Budapest desde el Barrio de Pescadores, viernes 15 de marzo de 2013 |
Recuerdo perfectamente la fecha en la que descubrí a Freud. Fue en 1984, cursaba el segundo curso de la licenciatura de Medicia y estudiaba la asignatura Psicología Médica. Su figura me interesó tanto que seguí profundizando hasta quinto curso y la asignatura de Psiquiatría. De su introducción se encargó directamente el catedrático de ambas, un personaje muy brillante pero con un lado oscuro que rayaba en la psicopatología o, mejor quizá, en la psicopatía. Recuerdo cómo disfrutaba -o eso me parecía a mí- atormentando a los alumnos que no aprobaban sus dos asignaturas y obligaba a presentarse al examen hasta agotar las convocatorias... Qué chocante me parecía entonces la extraña mezcla de su indudable talento con tanta maldad. Hoy no me sorprendería tanto. La experiencia de la vida se ha encargado de mostrarme hasta qué punto puede ser tóxico el resentimiento. Pero por aquel entonces no lo sospechaba, ni siquiera contemplando la abultada deformidad que sobresalía de su dorso. Con todo, hice caso a ese psicópata jorobado y decidí seguir su consejo: "leed a Freud".
El primer título que cayó en mis manos fue "Introducción al psicoanálisis", luego vinieron otros: "La interpretación de los sueños" editado en tres volúmenes por Alianza Editorial, "Estudios sobre la histeria" "Tres ensayos sobre teoría sexual", "Esquemas de psicoanálisis", "Psicopatología de la vida cotidiana", un estudio sobre la paranoia y algún otro. Por lo que nunca me interesé fue por sus ensayos no científicos, los filosóficos o si se quiere, ideológicos como "Totem y tabú", "El provenir de una ilusión", etc.
Cuando estudias a un genio, o conectas aunque solo sea de soslayo con algunas de sus intuiciones radicales o, de lo contrario, nunca llegas a entender nada esencial de su pensamiento.
¹No haría falta siquiera que el mundo amable y feliz de nuestros primeros años de vida fuera efectivamente así y que nuestros padres cumplieran a la perfección con su papel protector. En ocasiones ocurre todo lo contrario pero al niño pequeño no le resulta difícil ni complicado sino completamente natural colocar su mundo de fantasía por encima de una realidad que no alcanza ni puede aún comprender ni asimilar.
²Algo de esto descubrimos en el personaje infantil de la película de Spielberg "Inteligencia Artificial", una máquina o robot "humano" casi perfecto pero con una radical diferencia respecto a los seres humanos "auténticos": era insensible y completamente inmune al efecto del tiempo, a la experiencia de lo real y por eso se queda anclado para siempre al amor de su protectora madre.
³No parece casual que el apellido del personaje de James Matthew Barrie, Peter Pan, sea precisamente Pan, dios de la mitología antigua, ni tampoco que portara igual que él una flauta. Pan perseguía a la ninfa Siringa y los dioses sintiendo lástima por ella decidieron ocultársela convirtiéndola en una caña. El viento del pantano agitaba la caña y ésta exhalaba gemidos de llanto. Un día Pan la cortó y se hizo con ella una flauta.
Sinagoga de Budapest, la 2ª más grande del mundo |
Cuando estudias a un genio, o conectas aunque solo sea de soslayo con algunas de sus intuiciones radicales o, de lo contrario, nunca llegas a entender nada esencial de su pensamiento.
De todo lo que aprendí de mis lecturas de Freud, me quedo con tres o cuatro de esas intuiciones. La primera, sin duda, tiene que ver con el tan famoso como cuestionado complejo de Edipo, al que consideró piedra angular de toda la Teoría Psicoanalítica. Freud no cedió un ápice en aspectos como su universalidad ni tampoco dudó en tachar de falsos psicoanalistas a quienes, como Jung que había sido nada menos que su discípulo predilecto, lo cuestionaban o matizaban.
Pero, cómo se topó Freud con el complejo de Edipo. ¿Observando el comportamiento de los niños? En mi opinión, no fue así. Freud con lo que se topó inicialmente fue con un síntoma que se manifiesta en la edad adulta y al que llamó transferencia, un comportamiento presente en todos los seres humanos pero paradójicamente nunca antes explicado. Creo que fue el análisis de la transferencia lo que proporcionó a Freud la seguridad de que el complejo de Edipo es universal. Y qué es la transferencia. Lo cierto es que se trata de algo bastante simple.
Según Freud, el niño que antaño fuimos sigue viviendo en nosotros, solo que relegado al inconsciente (la planta de abajo de la casa; más adelante volveremos a ella). Desde allí hace incursiones frecuentes a nuestro mundo de adultos, por ejemplo en los sueños o estimulado por alguna circunstancia actual externa. Entonces, sentimientos que creíamos olvidados y modos de reaccionar inmaduros e inapropiados "despiertan". Sobre todo, los sentimientos dirigidos a nuestros progenitores. Nuestros padres se encargaron de que todo a nuestro alrededor resultara amable y confortable durante los primeros dos o tres años de vida. Pero luego la cosa cambió y para siempre. Fuimos expulsados del paraíso y nos dimos de bruces, por primera vez, con la realidad¹.
Mercado de Budapest |
Según Freud, el niño que antaño fuimos sigue viviendo en nosotros, solo que relegado al inconsciente (la planta de abajo de la casa; más adelante volveremos a ella). Desde allí hace incursiones frecuentes a nuestro mundo de adultos, por ejemplo en los sueños o estimulado por alguna circunstancia actual externa. Entonces, sentimientos que creíamos olvidados y modos de reaccionar inmaduros e inapropiados "despiertan". Sobre todo, los sentimientos dirigidos a nuestros progenitores. Nuestros padres se encargaron de que todo a nuestro alrededor resultara amable y confortable durante los primeros dos o tres años de vida. Pero luego la cosa cambió y para siempre. Fuimos expulsados del paraíso y nos dimos de bruces, por primera vez, con la realidad¹.
La vida, la gran educadora, sentenció que el tiempo feliz tocara a su fin. Comenzó quitándonos la dulce y templada leche que brotaba de los pechos de nuestra madre y nos obligó a comer sólido. Luego dictaminó que se acabaran los brazos y que en adelante nos desplazáramos "andandito" por el frío y duro suelo. Más adelante, se empeñó en educarnos, disciplinarnos, domesticarnos y volvernos sociables... Y lo peor de todo: nuestros progenitores se prestaron a semejante complot, colaborando eficazmente con ella. En suma: nos traicionaron...
Sepultadas en el inconsciente, en el desván oscuro de nuestra casa, aquellas vivencias permanecen desde entonces allí, enterradas como ruinas antiguas y como ellas protegidas de la erosión del tiempo². La añoranza por aquel mundo idílico de nuestros primeros años no se extingue nunca en el ser humano ni tampoco el resentimiento por su traumática extinción. Todos abrigamos en lo profundo de nuestra psique sentimientos ambivalentes de amor y odio, listos para reavivarse y "proyectarse" (o desplazarse) sobre objetos actuales. Como, por ejemplo, personas a las que creíamos amar, de un modo tan irracional como ingenuo, simplemente porque nos seguían la corriente, nos daban la razón o nos parecía que accedían o se sometían a nuestros deseos pero que, más tarde, mostraron alguna resistencia a nuestro dominio e influencia, o simplemente no se comportaron con nosotros como esperábamos de ellas y acabamos detestando. Eso es la transferencia, con sus dos caras: la positiva, de "enamoramiento" a la que sigue la negativa, de "hostilidad" manifestada de múltiples formas y maneras en la vida de todos nosotros. Tirando del hilo, Freud fue remontando hasta nuestra tierna infancia y allí se topó con algo así como el País de Nunca Jamás y Peter Pan³, un mundo feliz, pacífico y matriarcal, pero por el que empieza a proyectarse la sombra de lo real, la amenaza castrante del padre y su autoridad⁴.
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¹No haría falta siquiera que el mundo amable y feliz de nuestros primeros años de vida fuera efectivamente así y que nuestros padres cumplieran a la perfección con su papel protector. En ocasiones ocurre todo lo contrario pero al niño pequeño no le resulta difícil ni complicado sino completamente natural colocar su mundo de fantasía por encima de una realidad que no alcanza ni puede aún comprender ni asimilar.
²Algo de esto descubrimos en el personaje infantil de la película de Spielberg "Inteligencia Artificial", una máquina o robot "humano" casi perfecto pero con una radical diferencia respecto a los seres humanos "auténticos": era insensible y completamente inmune al efecto del tiempo, a la experiencia de lo real y por eso se queda anclado para siempre al amor de su protectora madre.
³No parece casual que el apellido del personaje de James Matthew Barrie, Peter Pan, sea precisamente Pan, dios de la mitología antigua, ni tampoco que portara igual que él una flauta. Pan perseguía a la ninfa Siringa y los dioses sintiendo lástima por ella decidieron ocultársela convirtiéndola en una caña. El viento del pantano agitaba la caña y ésta exhalaba gemidos de llanto. Un día Pan la cortó y se hizo con ella una flauta.
En mi opinión, Pan representa las pulsiones instintivas del ello; Siringa al yo vulnerable y miedoso y los dioses al superyo que corre en auxilio del yo pero a costa de degradarlo en su condición y autonomía. Las notas que salen de la flauta consuelan a Pan de su frustración (sublimación) pero sus notas melancólicas no ocultan el trágico destino de la pobre ninfa.
⁴Spielberg también se interesó por el personaje de Peter Pan en su película Hook, presentándolo de adulto. El papel se lo ofreció a Michael Jackson porque según sus palabras, "Michael es como Peter Pan". Pero Michael no lo aceptó recayendo finalmente en Robin Williams.
⁴Spielberg también se interesó por el personaje de Peter Pan en su película Hook, presentándolo de adulto. El papel se lo ofreció a Michael Jackson porque según sus palabras, "Michael es como Peter Pan". Pero Michael no lo aceptó recayendo finalmente en Robin Williams.