Toscana. San Gimignano. Agosto 2013 |
Alguien reza el Padrenuestro. Por la forma en que lo hace nos parece bastante devoto. Mientras oímos su voz pausada, se nos ofrece a la vista la áspera corteza de unos pinos, con sus acres y rugosos troncos, y entre ellos la cándida figura de un venado. Es una mañana de otoño fría, húmeda y gris. Poco después surge la figura del orante. No está solo. Lo acompaña su hijo. Están agazapados, al acecho, apuntando con un rifle a la incauta bestia. Cuando termina la oración, el padre da la orden de disparar. El muchacho obedece y al instante el animal se desploma mortalmente herido. Es la víspera de Acción de Gracias. La jugosa carne de la víctima recién sacrificada será servida en la mesa al día siguiente.
La breve escena con la que arranca el film nos muestra en esbozo lo que va a desarrollar a continuación el resto de la cinta. Me refiero a la chocante insensibilidad que exteriorizan algunas personas "piadosas"; a la mezcla de severidad, desconfianza y hasta crueldad con las que a veces nos sorprenden. La elección del arriesgado género del thriller para representar esta paradoja, escrutar las causas y mostrar sus consecuencias me parece un enfoque audaz, con un resultado final muy convincente.
La película escoge a personas valiosas y llenas de energía que se ganan la vida honradamente pero con un íntimo enfado, un resentimiento profundo que no logran del todo sofocar. Personas, por otra parte, que buscan un sentido a su esforzada existencia y "creen" haberlo encontrado en la religión.
San Gimignano, agosto 2013 |
Las creencias religiosas proporcionan innumerables beneficios. Ayudan a los personajes de la película a cultivar la amistad y la generosidad, a potenciar sus vínculos familiares, a fomentar el respeto a la pareja y a los hijos, a hacer bien el trabajo, a tener espíritu previsor...
Comprobamos cómo todo va estupendamente bien hasta el fatídico momento en que esas creencias fallan (las creencias como todo lo humano tarde o temprano acaban fallando y casi siempre cuando más falta hacen). Entonces afloran inesperadamente sus defectos e inconvenientes y, con ellos, el dramático conflicto entre lo que somos realmente y lo que creemos ser. Un conflicto que nos coloca en una posición de debilidad en el momento más delicado, aquel en el que tenemos que decidir qué es lo mejor. El instante en que la perplejidad nos domina y, con la confianza perdida en nuestras convicciones, sacamos a la bestia, al animal que todos llevamos dentro, para que nos salve (véase también la entrada que dediqué a la magnífica película "Un dios salvaje"). El momento en que dejamos bruscamente de ser ovejitas, crédulas y sumisas, para convertirnos en despiadados lobos.
Pero el film no se detiene ahí, profundiza en la raíz de la crisis religiosa de los personajes. Uno de ellos tenía un pasado de alcoholismo. La religión le había servido para superar la adicción y "salvar" su vida personal y familiar. Otro había pasado la mitad de su vida colaborando generosa y desinteresadamente con la parroquia de su barrio.
La pregunta que surge tras comprobar el horror desatado tras sobrevenir la crisis es: ¿Qué es lo que fallaba?, ¿Dónde estaba el error? Nos hacemos preguntas cuando dudamos y la duda en este caso recae sobre la sinceridad de su "buena fe". La duda nos desvela la sospecha de que, en realidad, los personajes habían usado la religión para sofocar o reprimir el lado más "oscuro" de su personalidad. Algo que había dentro de ellos que les resultaba más insoportable que las duras condiciones exteriores. Habían echado mano de las creencias religiosas para ocultar esa parte inconfesable de sí mismos: la del depredador que solo se fía de la fuerza de sus instintos para sobrevivir, la que no tolera la frustración sino que se enfurece cuando se le niega lo que cree merecer. La religión, en definitiva, se había convertido en una especie de sucedáneo del alcohol, en un estupefaciente que les ayudaba a domesticar sus impulsos más "destructivos" y "antisociales" y hacer más llevadera su existencia.
La película me recordó en algunos momentos "El silencio de los corderos". Creo que no es difícil reconocer cierto paralelismo entre Clarice y el joven detective que lleva la investigación; también entre el venado "sacrificado" para el Día de Acción de Gracias y los corderos lechales.
Al final, la cinta concluye con alguna interesante aportación: no es inteligente maquillar o envolver nuestras pasiones con creencias religiosas. Y también la de aprender que no debemos nunca dar la espalda a la vida sino mantenernos alerta, con los ojos y los oídos muy abiertos, atentos a las lecciones que nos tiene preparadas. Por la vida es por donde nos llega la redención.
La película me recordó en algunos momentos "El silencio de los corderos". Creo que no es difícil reconocer cierto paralelismo entre Clarice y el joven detective que lleva la investigación; también entre el venado "sacrificado" para el Día de Acción de Gracias y los corderos lechales.
Al final, la cinta concluye con alguna interesante aportación: no es inteligente maquillar o envolver nuestras pasiones con creencias religiosas. Y también la de aprender que no debemos nunca dar la espalda a la vida sino mantenernos alerta, con los ojos y los oídos muy abiertos, atentos a las lecciones que nos tiene preparadas. Por la vida es por donde nos llega la redención.
Fiesta del Palio, Siena 16 de agosto, 2013 |