Anochecer en Iano, Toscana. 15/08/2013, 20:30 |
El año 68 cerró un período histórico brillante que había logrado conducir un estado débil y arruinado (el de la España de 1840) hacia la modernidad. Pero en la década de los 60, ese nuevo estado, liberal y moderno, tuvo que enfrentarse a una fuerte crisis económica que afectó a los nuevos sectores productivos (industrial, minero) y financiero y golpeó con fuerza al país, especialmente a la nueva clase obrera. Un desafío que pondría a prueba el talento de los mismos políticos que habían hecho posible aquel cambio.
Pero aquellos políticos, moderados y progresistas, ni entendieron ni gestionaron con acierto la crisis, al contrario, su acción política se dirigió a desestabilizar el régimen hasta casi su demolición. Lo prioritario para ellos en esos momentos tan difíciles fue hacerse con el poder o conservarlo a toda costa. El resultado fue la "experiencia" del Sexenio Democrático (1868-1874): una quiebra casi total de la autoridad estatal y cinco cambios de régimen:
- 1868: Gobierno provisional encabezado por el general Serrano.
- 1869: Cortes constituyentes y regencia de Serrano. Primer ministro: Prim.
- 1870: Monarquía democrática con la proclamación de Amadeo I.
- 1873: Abdicación de Amadeo y proclamación de la I República española.
- 1874: Enero, golpe de estado del general Pavía. Dictadura militar de Serrano. Diciembre, golpe militar de Martínez Campos en Sagunto que proclama rey a don Alfonso XII.
La revolución democrática de Prim que derribó la monarquía borbónica acabó siendo un esperpento (un "simulacro de revolución" en palabras de Joaquín Costa, pero con un elevado coste social). Lo primero que hizo el gobierno provisional de Prim (demócrata) y Serrano (unionista) fue disolver las juntas revolucionarias y la milicia (los Voluntarios de la Libertad) que la habían hecho triunfar. Lo que pone de manifiesto que se trataba de una revolución "dirigida" desde arriba por una burguesía que no quería, pese a lo que proclamaba, cambios profundos ni en el régimen ni en la sociedad. Luego vino la discusión de la constitución y el espectáculo bochornoso de buscar un rey para la nueva monarquía democrática. Como no se avanzó nada en el consenso ni se trabajó para dar una mínima estabilidad al sistema de partidos, el bloque revolucionario se dividió de forma irreversible. La consecuencia fue que se resucitó al carlismo y empezó a cobrar fuerza el hasta ahora débil republicanismo. En 1873, tras la abdicación de Amadeo, decepcionado y sin apoyo de nadie, las cortes proclamaron, no les quedaba otro remedio, la I República Española.
Los obreros y los jornaleros se impacientaban viendo cómo la revolución no mejoraba sus míseras condiciones de vida y de trabajo. En Málaga asaltaron el palacio de los marqueses de Larios, los más importantes empresarios de Andalucía. Otro tanto ocurrió en Jerez: campesinos y obreros de las bodegas reclamaban a un sector que no estaba en crisis, el de la industria vinícola, mejoras en sus salarios miserables. En Cataluña, los obreros de la industria textil pedían la reducción de la jornada de trabajo a ¡sesenta y cuatro horas! Los focos catalán y andaluz no eran los únicos. También estaba el foco de las zonas mineras. Todo este malestar, en medio de la crisis de las instituciones, degeneró en el cantonalismo que venía a sumarse a los problemas ya declarados del carlismo y la insurrección en Cuba. Castelar, tenía asegurado el apoyo del gobernador militar de Madrid, Manuel Pavía para acabar con la anarquía pero no quería un golpe de estado. Se presentó a las cortes el 2 de enero de 1874 y fue derrotado. Al día siguiente, los diputados fueron expulsados del parlamento por las tropas enviadas por Pavía. La primera "experiencia" republicana española estaba liquidada.