Paseo Marítimo "Pablo Ruiz Picasso" de Málaga. Domingo 15 de junio, 2014 |
Pasé por delante como otras veces antes y tampoco reparé en su presencia. Lo hice temprano, a una hora en la que suelo hallarme en otro sitio, jugando al tenis. Pero aquella mañana festiva y primaveral, una lesión en mi rodilla derecha me lo impidió. Triste y resignado, no pudiendo apenas caminar, decidí dar un paseo en coche para que por lo menos me diera el aire. Recuerdo cómo la brisa de la caleta se colaba impúdica y juguetona por la ventanilla y acariciaba mi rostro. Y también, cómo aquella apatía y bajo estado de ánimo fueron poco a poco desvaneciéndose. Pero hubo algo más: la tibia corriente de aire transportaba una agradable fragancia, un dulce aroma que despertó mi curiosidad. Y lo hizo hasta el punto que detuve el vehículo y bajé. Deseaba averiguar su procedencia.
Entonces los vi. Imponentes mástiles verdes, erizados de espinas, lucían con burlona jactancia sus pendones y con exultante lozanía proclamaban a los cuatro vientos que habían salido victoriosos de la pelea con la árida tierra, tan pedregosa y hostil.
Volví del paseo con una sonrisa dibujada en el rostro y agradecido por la sutil confidencia...
Entonces los vi. Imponentes mástiles verdes, erizados de espinas, lucían con burlona jactancia sus pendones y con exultante lozanía proclamaban a los cuatro vientos que habían salido victoriosos de la pelea con la árida tierra, tan pedregosa y hostil.
Volví del paseo con una sonrisa dibujada en el rostro y agradecido por la sutil confidencia...