El fruto de la nada (II)


Teide, agosto de 2015

Apuntaba en la entrada anterior que la ciencia inició su andadura en Grecia impulsada por la certidumbre recién adquirida de que las cosas poseían un ser inmutable y que tras los cambios aparentes se ocultaba siempre algo invariable y permanente, algo esencial que explicaba su forma de cambiar no azarosa ni caprichosa sino constante.


Razón y logos versus mitología y cuento

Partiendo de tan sólida convicción, la ciencia griega, la ciencia occidental, se lanzó a la aventura de hallar esa explicación y comenzó a dar sus primeros pasos y arrojar sus primeros frutos. El primero y más importante fue que la razón y el logos reemplazarían definitivamente a la mitología y el cuento como forma de conocimiento. Lo siguiente sería el alumbramiento de la noción de naturaleza (physis). Los helenos comenzaron, repito, a partir del siglo VI antes de Cristo (Tales de Mileto) a abandonar la creencia de que los dioses y su caprichosa voluntad regían el comportamiento de las cosas para sustituirla por la de la inviolable necesidad cósmica.

A la madurez de la cultura helénica, a su mediodía se llegó con Sócrates y sus discípulos. Como ya dijimos en las entradas anteriores, del tronco común de su figura brotaron dos ramas: una, de gran rigor intelectual, encarnada por Platón y Aristóteles y la otra, a la que preferimos aplicar el adjetivo de "elegante" mejor que "rigurosa", la personificaron los moralistas. La primera cultivó con seriedad la metafísica; a la segunda, en cambio, la metafísica apenas le interesaba, su interés era más "práctico" y tenía que ver con lo que denominamos ideal del sabio. Pero lo que nadie o casi nadie se explica todavía, o eso me parece, es por qué el interés por la rama "metafísica", la más comprometida y empeñada en desvelar la verdad, decayó hasta el punto de estancarse tras la desaparición de Aristóteles. Diría más: por qué a lo largo de la historia del pensamiento se repite la tendencia a no seguir profundizando, a preferir quedarse en la mera recopilación, ordenación y  comentario de lo ya averiguado. A mí, por lo menos, este hecho, esta claudicación, me causa extrañeza y me da que pensar.



El Teide desde las proximidades de la Charca del Viento, agosto 2015


La naturaleza se resiste al ser lógico. El fracaso científico del logos. El abandono de la metafísica

El estancamiento del pensamiento teórico fue una de las causas del fracaso e incapacidad para hallar una solución satisfactoria al problema del cambio o movimiento. Una prueba más, en mi opinión, de que el pensamiento no puede detenerse sin correr el riesgo de quedar desconectado de la realidad y, por ende, de dejar de ser pensamiento veraz. La consecuencia fue que para el problema fundamental de la ciencia en la Antigüedad, no se halló una solución. Partiendo del ser se había descubierto la physis, el mundo natural de las cosas, pero luego no se logró demostrar cómo las cosas surgen del ser

Platón halla el mundo de las ideas pero queda tan seducido por ellas que se olvida o desentiende de explicar cómo surgen las cosas, los entes, a partir de tales realidades inmutables. Cómo surgen, por ejemplo, los hombres individuales y concretos a partir de la idea hombre. O aplicando ese pensamiento a las creencias cristianas: cómo partiendo del hombre de "carne y hueso" se llega al hombre original, "imagen o reflejo de Dios".  Platón renuncia a explicarlo, se queda sin hacer su metafísica. Esa tarea la acometerá Aristóteles pero tampoco avanzará gran cosa en el terreno práctico. Su lógica deductiva construye una teoría del mundo real de un refinamiento y sutiliza maravillosos pero, al mismo tiempo, de una rentabilidad práctica escasa. Esa es la pura verdad aunque los beatos de la cultura se resistan a admitirlo.


La Charca del Viento, Tenerife. Agosto 2015



La "nuova scienza" moderna posee una raíz cristiana

La Física o Ciencia de la Naturaleza no comenzará a dar frutos consistentes hasta Galileo y su nuova scienza. Esto quiere decir que Occidente no se desembarazó de la ciencia aristotélica hasta la edad moderna y que solo a partir de entonces fue capaz de desarrollar una teoría científica capaz de avanzar en el conocimiento de la naturaleza. Pues bien, esa nuova scienza recibió, y esto puede parecer sorprendente, un impulso decisivo de la inspiración cristiana, pero de la inspiración "auténtica" no de aquella que se había dejado seducir y domesticar primero por el neoplatonismo (San Agustín, San Anselmo) y luego por el aristotelismo (San AlbertoSanto Tomás). Una inspiración original que renace en figuras como Duns Escoto, Eckhart, Guillermo de Ockam Nicolas de Cusa... y ejercerá su influencia en la edad moderna en figuras tan brillantes como Leibniz y el propio Hegel.