Colores de otoño. Domingo 30 de octubre, 2016. Calatañazor |
[Después de un año largo sin recalar en la isla y creyendo que quizá ya no regresaría, me sorprendo de vuelta y ocupándome del mismo asunto que por entonces dejé. Me refiero a la nada. Me interesé por ella en 2015, sin imaginar lo que me aguardaba. Y sobre todo, que mi posición, radicalmente opuesta a cualquier idealismo, en especial al más refinado de todos -el idealismo nihilista moderno- iba a salir reforzada.
Ahora traigo los apuntes que he tomado de un ensayo -Zen y Filosofía-de Shizuteru Ueda, pensador de la Escuela de Kioto, fundada por Nishida Kitaro. Apuntes que con cierta libertad he reelaborado. Por eso, si se encuentran errores, por descontado que son de mi entera responsabilidad.]
Ahora traigo los apuntes que he tomado de un ensayo -Zen y Filosofía-de Shizuteru Ueda, pensador de la Escuela de Kioto, fundada por Nishida Kitaro. Apuntes que con cierta libertad he reelaborado. Por eso, si se encuentran errores, por descontado que son de mi entera responsabilidad.]
¿Qué es el Zen?
Se pregunta Shizuteru Ueda. O más literalmente: ¿Qué es lo fundamental en el zen? Y adelanta esta concisa respuesta a la que considera "accesible":
Se pregunta Shizuteru Ueda. O más literalmente: ¿Qué es lo fundamental en el zen? Y adelanta esta concisa respuesta a la que considera "accesible":
“Despertar a la verdad del sí mismo y realizar el yo verdadero”.
Ueda alude a la verdad sin emplear el término "conocimiento". Para el zen, "conocer" la verdad es una cosa y "despertar" a la verdad, otra. Lo primero consiste en una operación intelectual o razonamiento; lo segundo simplemente acontece, es decir: pasa sin pensar.
Expresándolo con palabras propias pero queriendo permanecer fiel a esa respuesta suya, también podría formularse así: lo fundamental para el zen es que la mismidad despierte a lo que es y que el verdadero yo se realice.
En una primera aproximación, podría decirse que todo lo que "despierta" sale a relucir. Satori equivale, por lo pronto, a una suerte de alumbramiento. De ahí que se haya traducido también como "iluminación" pero este término deja a su espalda el movimiento de salida, la acción de salir, mostrando únicamente el resultado.
Cuando la mismidad auténtica reluce, queda en evidencia la espuria. El despertar libera a la mismidad de la impostura de la ilusoria y falsa. Pero cómo lo logra, de dónde le viene la fuerza que necesita para conseguirlo.
La fuerza del destino
Esa fuerza proviene del presente, del aquí-y-ahora¹, es decir: de la realidad. El envite o empujón de lo real saca a relucir lo que de verdad somos al tiempo que destierra o arrincona a la mismidad bastarda.
Ahora bien: un despertar que obvia la parte activa -la realización del yo verdadero- y se queda en la inactividad contemplativa es un falso despertar.
Despertar y realización representan las dos caras (contemplativa y activa) de una misma moneda. Son cosas diferentes pero van juntas.
El satori no es algo estático sino dinámico. Despertar y realización van como en el dicho de El Quijote: "cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla". Se trata, por tanto, de una oportunidad que se nos da y hay que aprovechar, de lo contrario acaba en el olvido.
Realizarse quiere decir llegar a ser, cumplirse el destino. El yo en cuanto se realiza se convierte en un yo cumplido o sido. Es menester que la fuerza del aquí-y-ahora vuelva a despertarlo una y otra vez. Se trata, pues, de un viaje circular de ida y vuelta, de una partida y retorno incesantes: Se parte de lo que ya se es (yo cumplido) hacia lo que aún no se es pero se tiene que ser.
D E S P E R T A R Y C A M I N A R
No está de más recordar que el zen brotó de un encuentro, el del budismo mahayana procedente de la India con el taoísmo de China, el cual, a diferencia de
la mentalidad hindú, poseía un gran sentido práctico. Lo que le aconteció al budismo tras el fructífero encuentro podría resumirse en lo que venimos diciendo: "si la verdad no se realiza, de qué sirve".
El histórico encuentro -representado por la figura del primer patriarca zen, Bodhidharma- se tradujo, por tanto, en una exigencia: que el despertar no se quede solo en la estática contemplación sino que se encarne en la existencia. ¿Y cómo lo hace? Recorriendo un camino de maduración, es decir, convirtiéndose en movimiento.
El camino de nuestro yo original hacia sí mismo fue "explicado" por el zen en China recurriendo a las diez imágenes y sus respectivas leyendas del cuento "El buey y el boyero". Las tres últimas de las diez² nos ofrecen su "autorretrato". Shizuteru compone con ellas un tríptico.
El histórico encuentro -representado por la figura del primer patriarca zen, Bodhidharma- se tradujo, por tanto, en una exigencia: que el despertar no se quede solo en la estática contemplación sino que se encarne en la existencia. ¿Y cómo lo hace? Recorriendo un camino de maduración, es decir, convirtiéndose en movimiento.
El camino de nuestro yo original hacia sí mismo fue "explicado" por el zen en China recurriendo a las diez imágenes y sus respectivas leyendas del cuento "El buey y el boyero". Las tres últimas de las diez² nos ofrecen su "autorretrato". Shizuteru compone con ellas un tríptico.
El recurso del tríptico
me parece de gran utilidad para tal propósito en tanto que no deja que nos detengamos en una sola de sus partes sino que nos obliga a recorrer con la mirada también las otras.
Constituye, pues, una forma o modo
dinámico de representación que nos ayuda a intuir algo que se mueve, algo
que no se deja atrapar por una imagen fija o estática.
EL CAMINO DEL HOMBRE HACIA SÍ MISMO: EL CÍRCULO VACÍO
La primera imagen corresponde a un círculo vacío, un círculo que nada tiene, que nada hay dibujado dentro. Se trata de una representación que en rigor no puede ser considerada como tal ya que nada representa. El círculo vacío sería una imagen de lo que no tiene imagen, una imagen de la infinita desfiguración; la imagen de la nada absoluta: la nada que tampoco es nada.
Esa nada actúa primero como negación infinita, como un radical ni esto ni aquello, como la negación de todo tipo de dualidad y unidad. Para que el verdadero yo se realice, lo más importante es desprenderse completamente de su yo cumplido, ser sin imagen y sin forma como tal.
En este momento primero, el hombre en su camino hacia sí mismo desaparece en la nada, penetra en la pura nada, "rompe su propio fondo, su mismidad".
Primera etapa del camino del zen: “la gran muerte”. A través de ella, el yo alcanza el extraño modo de ser sin imagen, sin forma. El zen dice: “Muere y llega a ser”. Nuestra vida comienza desprendiéndonos de todo lo que está muerto. Cuando todo eso desaparece sin dejar rastro, sobreviene el yo verdadero, encarnado en una figura concreta. No es algo secuencial sino simultáneo -añadimos nosotros-.
Primera etapa del camino del zen: “la gran muerte”. A través de ella, el yo alcanza el extraño modo de ser sin imagen, sin forma. El zen dice: “Muere y llega a ser”. Nuestra vida comienza desprendiéndonos de todo lo que está muerto. Cuando todo eso desaparece sin dejar rastro, sobreviene el yo verdadero, encarnado en una figura concreta. No es algo secuencial sino simultáneo -añadimos nosotros-.
Es el momento de la segunda imagen del tríptico.
¹A ese tiempo o momento oportuno, los griegos llamaban kairós.
²Hace poco me enteré de que en un principio, las ilustraciones del cuento eran siete y no diez y que las tres últimas -precisamente las del autorretrato al que nos referimos- se añadieron después. [Nota añadida el 28/05/2022]