"¿Qué entiende el Zen por Naturaleza?"

Bayona (Francia), domingo 25 de junio de 2017

La naturaleza en el zen

¿Cuál es el significado que el término “naturaleza” posee en el lenguaje del zen? 
Por lo pronto, conviene aclarar que se trata de un término (shizen) que no se corresponde exactamente con lo entendido en occidente por naturaleza. El término shizen está formado por dos caracteres chinos. El primero significa “desde sí mismo”, el segundo “ser así”.  Una traducción literal de la palabra shizen sería: “Ser así, como se es desde sí mismo”. 

En proverbios zen como “las flores florecen, tal como florecen”, o “los pájaros vuelan, tal como vuelan”, aunque se está haciendo referencia a fenómenos naturales lo decisivo se halla en el “como”. Un “como” que afecta también y de manera inmediata al hombre que lo pronuncia. 

El hombre, no desde su yo propio, sino desde su yo sin yo, esto es, en su nada, percibe las flores, floreciendo por sí mismas (volveremos sobre esto más adelante). En esa nada del hombre se traspasa la separación mental entre sujeto y objeto, dejándose atrás cualquier vestigio de dualismo, al tiempo que se establece -o restablece- la conexión entre lo que es existencial y subjetivo (el hombre) y lo que es material y objetivo (la naturaleza).  


El hombre en la naturaleza encuentra su verdad

Por otra parte, el concepto “naturaleza” del budismo zen (ser-así-desde-sí-mismo) que acabamos de exponer y el concepto de “verdad” del budismo mahayana son equivalentes. La clave para comprender esta coincidencia la encontramos precisamente en aquella conexión. El hombre, en su nada, al percibir la naturaleza (las flores floreciendo), se encuentra en su verdad.  De ahí que el estudioso vienés del budismo, Frauwallner,  traduzca el significado del término “verdad” como “ser-así”, la misma expresión que antes empleamos para referirnos a la naturaleza. En alemán, el sentido de “así” equivale a la expresión “¡así es!”.

“Así” expresa simultáneamente evidencia (¡así es!) y comprensión (¡así es!).

El concepto primigenio de verdad deriva, pues, de la interpenetración recíproca de la naturaleza y la nada. Una interpenetración que se expresa precisamente en el “como”. En el “como” de “las flores florecen, tal y como florecen” surge el “ser-así”. Por lo tanto, lo decisivo es el “como” y no el florecer; de ahí que no sea menos verdadero decir: las flores se marchitan, tal y como se marchitan.


Getxo (Vizcaya), Barrio de Pescadores, lunes 26 junio 2017


El pensamiento entra en juego

Angelus Silesius, en cambio, intercala el “porque”: 
               
                                “la rosa es sin porqué
                                florece, porque florece”. 

La cuestión estriba en la diferencia entre el “como” y el “porque”.

En el enunciado “florecen-porque-florecen”, el florecer está interrelacionado desde el principio con el pensar que busca el porqué. Se trata, por tanto, del enunciado de algo ya pensado. Como si el florecer no fuera posible si no es en el pensamiento. En el proverbio zen las flores florecen sin que haya irrumpido este “porque” pensante. No es que el zen elimine el pensamiento, lo que hace es poner de relieve dónde entra en juego el pensamiento (el “lugar” del pensamiento).

La clave está en cómo lo que se piensa es dado al pensar

Lo dado no existe sin el acontecimiento de llegar a ser dado. Lo dado debe ser recibido, en esta “recepción” participa el pensar. Pero el acontecimiento de ser dado no pertenece todavía a ese acto de recepción, a ese acto de pensamiento. Shizuteru Ueda cita aquí a Heidegger, al afirmar que el ser dado no acontece “en el pensamiento, sino quizá antes del pensamiento”. La cita literalmente dice así: “… esa fuente es, de hecho, la mística y la poesía. Ni la una ni la otra encajan en absoluto en el pensar. Con certeza no encajan en el pensamiento, pero quizá sí antes del pensamiento”.


El pensar entra en juego sin tener ni idea de ese “antes”, sin saber que originariamente le es dado lo primario -o simple en tanto que impensable- y lo que sí se puede experimentar como pensable. Sin embargo, el pensar se cree omnipotente considerando que todo es pensable. En vez de dejar que la rosa se abra en su florecer hace que se abra en lo pensado. Aquí, Sh. Ueda dice: eso también conduce al nihilismo moderno. Y nosotros podríamos añadir: el idealismo (la creencia de que el pensamiento es el "lugar absoluto", aquel en el que tienen que darse todas las demás realidades) es nihilista en tanto que cree que todo no es sino pensamiento.

Ser tocado por lo simple

Por tanto, todo se abre al pensar cuando el pensamiento entra en juego. Pero el pensamiento ignora por completo el acontecimiento de ser tocado por lo simple. Ese acontecimiento no es pensamiento sino una cosa distinta en virtud de la cual diríamos: las flores florecen, tal y como florecen.


Hondarribia (Guipúzcua) domingo 25 de junio 2017

¿Y el hombre? ¿Dónde queda? ¿Dentro o fuera del pensamiento? ¿Acaso no se trata del ser pensante? Si el lenguaje humano no es otra cosa que pensamiento (Ueda no lo expresa tan categóricamente sino que dice “¿no coopera siempre el pensar con el lenguaje?”), ¿no se expresa el enunciado “las flores florecen…” en ese lenguaje y, por consiguiente, en el pensamiento? Según esto, el hombre quedaría dentro del pensamiento. Y efectivamente así sería si no pudiera volverse una pura nada (imagen primera del tríptico; veánse las entradas previas "qué es el zen").

Aquí reside lo decisivo. Hacerse nada no significa desaparecer sino ¡estar más presente que nunca! El hombre está ahí cuando dice –desde la pura nada-: las flores florecen, tal y como florecen (segunda imagen del tríptico). Es el lenguaje mismo. No es el sujeto del lenguaje sino el lenguaje. La culminación del lenguaje en cuanto tal. 

Dice Ueda: “Está ahí” y es a un tiempo el “ahí”, la apertura abierta infinitamente a través de la nada (ya dijimos en entradas anteriores que “apertura infinita” y “nada absoluta” son conceptos intercambiables, uno expresado en afirmativo y el otro en negativo; también apuntamos que un enunciado que aspira a ser verdadero debe articularse siempre de esas dos formas) donde se expresa: “Las flores florecen, tal y como florecen”. Flores-florecen como realidad se ha convertido -en la apertura infinita (en el espacio abierto de la nada absoluta)- en la frase o enunciado “las flores florecen”, en la palabra humana, aunque todavía sin ninguna influencia transformadora proveniente del hombre, de manera que la realidad se ha expresado en palabras desde sí misma. 

La duplicación “las flores florecen” significa aquí que la realidad se refleja en la nada tal como es.

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