El Hombre y la Naturaleza en el Zen

París, Viernes 13 de abril de 2018


El carácter ambivalente del ser humano 

¿Por qué es tan necesaria para el hombre la fuerza presencial de la naturaleza?

La pregunta se la hace Shizuteru Ueda en su ensayo sobre “Filosofía y Zen” y tal cual la recogimos en la última entrada del blog. Ha pasado un año desde entonces y va siendo hora de retomarla, si bien convendría recordar lo que el zen concibe pornaturaleza”.

[Como ya explicamos en una entrada anterior ("¿Qué entiende el Zen por Naturaleza"), lo decisivo para el zen no es tanto la evidente conexión que el término tiene con el mundo físico ("naturaleza= physis) como aquella cualidad de las cosas que consiste en manifestarse tal como son, en ser asíUeda cuando habla de la "fuerza presencial de la naturaleza” a lo que se refiere precisamente es a las cosas manifestándose tal como son, es decir, sin que haya mediado todavía reflexión alguna.¹] 

Para Ueda está claro que el hombre y la naturaleza son dos cosas distintas y de orden diferente, que el hombre pertenece a un orden superior al de la naturaleza. De hecho, parte de esa evidencia para reformular la pregunta de este otro modo:

¿Por qué necesita el hombre al orden inferior 
de la naturaleza para realizarse?

La nada y lo simple

Reconociendo este hecho, Ueda se da cuenta de que acaba de adquirir un compromiso intelectual: determinar la relación entre ambos órdenes. Pero esa interesante tarea la deja para otro momento ("para un trabajo específico cuya elaboración queda pendiente", nos dice literalmente). No obstante, nos da una pista cuando nos adelanta que:

La correspondencia de la nada y lo simple 
es la misma en la naturaleza y en el hombre. 

Ahora cabe preguntarse:

¿Qué es lo simple? 

Lo simple -lo apuntamos al principio- es lo que se manifiesta tal como es, lo que es justo así, no para otro, no para un sujeto pensante. 

En la naturaleza, la correspondencia de la nada y lo simple se hace valer ("prevalece", dice Ueda) de un modo inmediato. El hombre, en cambio, al pertenecer a un orden distinto y superior (superior porque a diferencia de los demás seres puede pensar, razonar, entender, conocer...) necesita descender hasta el orden inferior de la naturaleza.




Ahora bien, el hombre es un ser ambivalente: puede hacer una cosa y la contraria. Puede “descender” al orden inferior de lo simple pero también puede “elevarse”. Para que el hombre descienda hasta lo simple sería menester que se desprendiera de su condición superior y se colocara debajo de sí mismo. 

Cuando el hombre realiza el desprendimiento de sí [volviéndose una pura nada], la naturaleza -lo simple- se muestra en él tal como es: como naturaleza.  De nuevo resuena en esta afirmación de Ueda la noción de basho que toma de Nishida: el hombre como "lugar" donde las cosas se manifiestan. Un lugar "humano", no de otra clase, convendría quizá resaltar.  





Y yo me pregunto: 

¿Cómo se realiza el desprendimiento, qué puede sacarnos del ensimismamiento y devolvernos al mundo original de las cosas y al encuentro inmediato con ellas? 

El año pasado me quedé ahí. Es más, me pareció que Ueda no lo aclaraba suficientemente (a menudo pasa que cuando no entendemos a alguien le echamos la culpa de no explicarse bien o no lo suficiente, aunque también sucede lo contrario, que efectivamente no lo hace, pero este no era el caso de Ueda). Así que lo dejé "en barbecho" para que reposara.

Lo que he encontrado “casualmente” este año que acaba me ha dejado bastante sorprendido: esa misma pregunta se la hizo Hakuin Ekaku (1686-1769) y en unas circunstancias especialmente dramáticas para él. La zozobra de la duda la experimentó en su cuerpo, en carne propia. Lo hallado me gustaría compartirlo en alguna entrada futura del blog. Ya veremos. Quién sabe...



¹Este inciso es meramente recordatorio de lo que se explicó en entradas anteriores, por eso lo pongo entre corchetes.

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