Barco de Ávila, sábado 22 de abril (2017) |
[Aunque aparezca con fecha de 2019, esta entrada corresponde a la parte final de la entrada con el mismo nombre publicada en 2017. El motivo de haberla desdoblado se debe a la reestructuración y ampliación que he hecho de su primera parte. Por tanto, sería mejor leerla a continuación de aquella.]
Veamos la radical diferencia entre la noción de basho y lo que el idealismo moderno interpreta como “pensamiento” o “conciencia”. O mejor, la distancia que separa la noción de conciencia de Nishida y pensamiento.
Veamos la radical diferencia entre la noción de basho y lo que el idealismo moderno interpreta como “pensamiento” o “conciencia”. O mejor, la distancia que separa la noción de conciencia de Nishida y pensamiento.
Descartes afirmaba que podía dudar de todo pero no del dudar mismo. Había hallado, pues, algo irreductible: el dudar. Y, sin embargo, añadió: "dudar es pensar". "Redujo" el acto de dudar a pensamiento convirtiendo a este en lo irreductible, es decir, en lo absoluto (véanse las entradas dedicadas al idealismo moderno).
En el acto de dudar, el yo verdadero se halla en la misma duda manifestándose en toda su intensidad y alcance. Este yo no es un sujeto que se activa por un objeto dudoso sino la duda misma, esto es, la suspensión o indeterminación del ánimo que caracteriza al dudar.
La conciencia "pasiva"
La conciencia "pasiva"
En japonés se dice: “se oye la campana”. El español y otras lenguas lo expresan de esta manera: “yo oigo la campana”.
En el primer caso no hay necesidad de que haya un yo preexistente. En el segundo, el “yo” aparece desde el principio y la experiencia se reestructura como una función suya. Un yo activo reconstruye la experiencia partiendo de sí mismo.
Sin embargo, esta no parece ser la "situación" o estado de cosas original. Si buscamos al yo solo hallaremos el hecho de que la campana es oída.
En el oír “activo” hay un sujeto "activado" por la experiencia previa de oírse la campana. La activación acontece luego, se trata, por tanto, de algo posterior.
La actividad pensante crea una realidad dual con un sujeto que oye separado del objeto que suena. La fuerza representativa de ese dualismo hace que nos olvidemos del acontecimiento original, en donde sujeto y objeto no están separados y, por tanto, no hay sensu stricto "conciencia".
Shizuteru Ueda hablaba de una adhesión o entrelazamiento de la yoidad con las ideas que fabrica el pensamiento (veánse las entradas anteriores). A cambio, el yo adquiere seguridad, o empleando la frase del propio Ueda: "la yoidad se confirma en su existencia", esto es, se refuerza en la seguridad que le proporcionan sus propias ideas.
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