Un sermón del maestro Eckhart (y II).

Capadocia, 24 de febrero de 2020


[Entrada revisada el 10/07/2023. Lo añadido figura entre corchetes. Tb son recientes los pie de página.]

Varias cosas de este texto tomado del libro "El fruto de la nada" atraen especialmente mi curiosidad.

En primer lugar, Eckhart se refiere a "una potencia en el alma". Y nos dice: "en ella Dios se halla como es en sí mismo", lo que no implica en absoluto que esa potencia y Dios sean también lo mismo. 
Si Eckhart creyera eso podría ser acusado -y con razón- de panteísta¹. Que Dios se halle allí no debe sorprender porque Dios está en todas partes. Lo que sorprende es la afirmación eckhartiana de ese modo de estar: tal como es en sí mismo. Y esto es precisamente de lo que Eckhart quiere hablar en su sermón. Sin embargo, lo que dice fue interpretado por la Inquisición de su tiempo como herético (quizá en alguna entrada me ocupe del proceso contra Eckhart, un proceso que tuvo más que ver con la política que con la teología). No obstante, conviene recordar que en la actualidad Eckhart ha sido rehabilitado por la misma autoridad que entonces lo condenó. Pero volvamos a nuestro tema.

A continuación, Eckhart da un paso más y amplia el círculo, incluyendo a Dios y su reino.

En el primer caso, Eckhart emplea la expresión si por una sola vez... Si por una sola vez el hombre se asomara a ese lugar y contemplara lo que allí hay, grande sería su alegría, sin importar nada lo mucho que le hubiera costado poder hacerlo. 

En el segundo caso, emplea una expresión similar: si por un instante... E insiste: pese a lo exiguo y parco de la experiencia, "la alegría y la delicia" serían tan grandes que merecería de sobra la pena. 

Se trataría, por tanto, de una experiencia "potencial" del alma, posible pero casi inalcanzable para el hombre terrenal. 




Dios despojado de sus atributos "personales"

Finalmente nos habla de un lugar interior al que antes había llamado custodia, luz, centella (o chispa) pero ahora, inspirado por el evangelista Lucas, llama ciudadela. Una interioridad a la que se puede acceder pero sin poder mirar lo que hay dentro de ella. Dios sí puede hacerlo pero desprendiéndose de sus atributos personales. Es decir, que allí no es Padre, ni Hijo ni Espíritu Santo. En ese lugar, Dios se "minimiza" -se anonada-, o dicho más técnicamente: se vuelve uno y simple. La única manera de habitar en ese lugar es siendo uno y simple. 

La mismidad con atributos y la mismidad una y simple

Qué es lo simple, nos preguntábamos en la entrada "El hombre y la naturaleza en el Zen". Allí anotábamos: lo que es tal como es, justo asídesde sí mismo

Eckhart declara que hay un lugar en el alma (un lugar espiritual -o si se prefiere- metafísico, no cósmico) en el que las cosas² -Dios, el mundo, el propio hombre- son en sí mismas, no para otro, no para un espectador o testigo. Por eso añade que no se puede mirar en su interior

En ese lugar, en esa ciudadela del alma, las cosas son en sí mismas y para sí mismas, siendo ese lugar -y ningún otro "espectador"- la única prueba o testigo

Eckhart intuyó un modo de ser que a Occidente le ha costado siglos vislumbrar. Quizá sea esta -entre otras muchas-  la razón por la que su figura -siete siglos después- acapara tanto interés. Por otro lado, el filósofo japonés, fundador de la escuela de Kioto, Nishida Kitaro debió sorprenderse gratamente cuando estudiando el pensamiento medieval se topó con la figura de Eckhart. La idea de Nishida del "Lugar Absoluto" (basho) guarda mucha similitud con este "lugar del alma" al que se refiere Eckhart. Allí tampoco hay un espectador que mire a su interior y, sin embargo, cabe hablar de testigo. Ese lugar, para ser expresado con los términos 
tradicionalmente empleados en occidente, sería una clase de "conciencia" o "yo" que paradójicamente sería "sin-yo". 

Eckhart hablaba en otros escritos suyos de la nada del hombre. En esa nada, el hombre desprendido de sí mismo, despojado de sus atributos, de todo lo que lo eleva por encima de lo simple, queda libre (sin ataduras) y vacío (abierto) para acoger al ser divino³.  

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¹En alguna ocasión he afirmado que igual que el idealismo mata al ser humano, el panteísmo mata a Dios. Y sigo creyéndolo.
²En realidad, a Eckhart (como en general a todo el pensamiento medieval) solo le preocupa Dios y el alma. La Naturaleza solo aparece de fondo (ver entradas anteriores). De ahí que en sus expresiones se olvide de las cosas. A la especulación eckhartiana, el mundo le parece irrelevante en comparación con el asunto de Dios y el alma.
³Ese hombre experimentaría su vida con alegría y delicia y no como sufrimiento.




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