Rochefort-en-Terre, Bretagne, sábado 25 julio 2020 |
Realidad "radical", Lugar "absoluto"
He querido juntar a dos filósofos muy distantes geográficamente (aunque prácticamente coetáneos) por la coincidencia en su crítica al idealismo y especialmente al moderno. Me refiero al japonés Nishida y al español Ortega. Y también por algunas diferencias que me parecen interesantes.
Nishida hacía alusión al "Lugar Absoluto", Ortega a la "Realidad Radical". Ambos conceptos tienen cosas en común pero no son equivalentes. En todo caso, sí complementarios, como más adelante podremos ver.
El filósofo japonés, sigue la estela de Descartes y usa el término "yo" en relación con el lugar absoluto pero al hacerlo se mete en un enredo mayúsculo que le costará buena parte de su carrera como pensador desentrañar.
Ortega, en cambio, se separa desde el principio del idealismo, relacionando al yo no con el lugar absoluto sino con la vida, a la que considera la realidad radical. La vida es siempre vida de alguien, viene con alguien en su mochila. De hecho, equivale a la realización de ese alguien, aunque lo realizado termine pareciéndose poco a lo que tenía que realizarse. De ahí el sentido de preguntarse por la autenticidad de la vida y por la originalidad del yo que la representa.
Pero volvamos a nuestro asunto.
El idealismo cree que nada existe fuera del pensamiento o conciencia, que el pensamiento es el lugar absoluto. El pensamiento como lugar absoluto convierte en pensamiento todo lo demás.
Nishida aplaude al idealismo por su averiguación de que hay un "lugar absoluto" pero rechaza de plano que ese lugar sea "pensamiento" y la interpretación que el idealismo ofrece de lo absoluto.
Ahora bien: si el lugar al que se refiere Nishida no es pensamiento ni conocimiento o razón, de qué clase de "lugar" se trata. Esta es la cuestión que tenemos que aclarar.
Por otra parte, el yo que Nishida considera auténtico o verdadero tampoco se corresponde con el yo cartesiano, un sujeto que piensa. De ahí que se vea en la obligación de definirlo y aclare:
"el yo verdadero es el lugar donde las cosas se hacen manifiestas y son reflexionadas".
St. Malo, Bretagne, 27 de julio de 2020 |
El estado original
Quizá no haya nada más diferente y opuesto a la actitud racionalista que la ingenuidad.
La ingenuidad es un estado de confianza tal que no necesita al conocimiento. Si pensamos en figuras que puedan representarla pronto acuden a nuestra memoria las de Adán y Eva. Por lo menos hasta que se empeñaron en tener razón.
Adán y Eva -o el yo en su estado original- eran ingenuos. Para este yo no existe el engaño, todo es sin reserva, sin sombra de duda. Tal como es. El pino es pino, el arroyo, arroyo, la lluvia, lluvia... Este yo no sabe nada, vive en "la nube del no saber". Sin embargo, está envuelto en claridad. Todas las cosas le parecen transparentes.
Nuestro yo original no ve las cosas como objetos. Su relación con ellas es directa porque no está separado de ellas aún siendo diferente de ellas.
Nuestro yo pensante, en cambio, es un yo centrado en sí mismo, un sujeto separado de las cosas, a las cuales contempla como objetos. Este yo es el que usamos para conocer, para discernir. Su mejor versión sería el yo racional o dudante.
El yo se comporta, según las circunstancias, ingenuamente o como dudante. Esa sería su forma de ser.
Pero el yo verdadero es de otra clase, tiene otra forma de ser porque ni es ingenuo ni tampoco duda. Nishida lo llama yo-sin-yo.
Al yo verdadero le pasa lo mismo que a Dios, que tampoco tiene yo. Dios es Dios, punto. Si afirmamos que Dios tiene "yo", lo estamos ya explicando, es decir, convirtiendo en un objeto. No. Dios es Dios. Puro misterio.
Lo interesante es esa extraña coincidencia. De ahí que surja la duda: ¿serán acaso lo mismo...?
Para Nishida, el yo verdadero no tiene ser, se trata de un extraño yo-sin-yo. Su hazaña no consistió en perfeccionar la tesis idealista -como pretendió Kant- sino en desmontarla por completo. ¿Cómo lo hizo? ¡Dándole la razón! Porque, efectivamente, no tiene inconveniente en admitir que haya un lugar absoluto en el sentido que lo entiende el propio idealismo, solo que no se trata de pensamiento, sino de una pura nada.
Al hablar del lugar absoluto o del yo verdadero tenemos que referirlo siempre a la nada (so pena de recaer -cosa que suele ocurrir- en el idealismo). Por eso, no hay forma de saber qué es o quién es.
Dios es una pura nada, el yo verdadero también... ¿Quiere decirse que la substancia de ambos es la misma? Afirmarlo supone dar la razón al panteísmo. Ahora bien: ¿puede haber algo más diferente a la substancia que la nada? La coincidencia antes expresada es otro misterio pero admitirla no es suficiente para dar por buenas las tesis panteísta e idealista (como ya dijimos en otra entrada, el idealismo mata al ser humano, el panteísmo al divino).
Podemos pensar en negativo (Nishida): yo, Dios, el lugar absoluto son pura nada, puro misterio. Este punto de vista sirve para desmontar al idealismo y de paso, al panteísmo. Pero también en positivo (Ortega): ese misterio está abierto a todas las formas de ser, es esa extraña "realidad radical" donde cabe todo que llamamos "vida".
La vida acontece y alumbra todo por donde pasa. Gracias a la vida, las cosas, yo, tú, Dios... se hacen verdad. Ella es la testigo de la verdad.
Cómo lo hace es una cuestión de la que tendremos que ocuparnos en alguna entrada futura.
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