Trilogía del movimiento (I): La corriente de la vida.

 

La Albufera (Valencia), 16 diciembre 2021

La vida es una extraña mezcla de transparencia y opacidad, de luz y sombra. Todo en ella es claro y a la vez misterioso.

Y quizá, aunque no lo parezca, uno de los misterios que más le atañen sea el del movimiento.  

Veamos, por ejemplo, qué pasa con un objeto que se desplaza. Podremos medir la distancia que recorre o el tiempo que emplea en hacerlo. Fijémonos en cualquier otro cambio o variación suyo: color, tamaño, forma, temperatura... En tales casos, podremos también detectar lo que deja de ser y lo que llega a ser.  

Distancia y tiempo son ideas que surgen en la mente después de pararnos a pensar en el hecho "extramental" del movimiento. Las ideas tienen una ventaja: no se mueven. Y entonces, precisamente por quedarse quietas y como "congeladas"¹, pueden ser analizadas. Pero, por lo mismo, no son reales, no existen, es decir: no las hay fuera del pensamiento. El entendimiento -el forjador de ideas- detiene "imaginariamente" el movimiento real de las cosas para hacer lo que se le pide: conocerlas. 

Habría, por tanto, que distinguir dos formas de tratar con las cosas. Una: directa, pasiva, ingenua, que podríamos llamar experiencia. En la experiencia nada está fijo o inmóvil. Y otra: indirecta, activa, reflexiva, que llamaríamos conocimiento. En el conocimiento, nada se mueve. Las cosas han sido retenidas, convirtiéndose en ideas, es decir, en otra cosa. 

En el caso del movimiento, lo que puede retenerse de él es solo su medida. Pensar el movimiento es renunciar a él y quedarse solo con su medida, que es lo que -paradójicamente- ya no se mueve ni cambia. 



Con la vida pasa algo parecido. Experimentarla es una cosa, pensarla otra. Y precisamente, moviéndonos experimentamos que estamos vivos. El movimiento nos conecta con la vida -sin pensar, sin palabras, sin ideas de por medio- directamente. En sus múltiples formas y maneras² ayuda a la mente a despertar.


Villajoyosa, Alicante 17 diciembre 2021

Meditación y respiración

La meditación es otra manera. Aunque a primera vista parezca que poco o nada tiene que ver con el movimiento, en realidad no es así. Existe un movimiento primordial: la respiración. Es tan básico que lo pasamos por alto. Y hay una manera de meditar tan simple como concentrarse en la respiración. Y mejor, no en la superficial o torácica sino en la que se hace con el diafragma, el músculo de la respiración.

Acoplamiento y ajuste

El diafragma desciende durante la inspiración e hincha el vientre, luego asciende durante la espiración, deshinchándolo³. Los niños -hasta los dos años- respiran preferentemente con el diafragma. Los adultos solo lo hacemos cuando dormimos y al reír o llorar, es decir, cuando estamos muy tranquilos o cuando nos embarga una emoción fuerte.

Se trata de dirigir la atención al movimiento de la respiración sin hacer ni pensar en otra cosa. De este modo, la mente se va acoplando poco a poco a esa pleamar y bajamar, olvidándose o desinteresándose⁴ por completo de las ideas y sentimientos que hasta entonces la embargaban. Este desprenderse -o vaciarse- de todo el jaleo o ruido psíquico produce en ella un efecto paradójico de liberación de sí misma abriéndose a la realidad, "enchufándose" -pasiva e ingenuamente- a ella⁵. La experiencia se podría describir como un volver a casa

La vida es nuestro verdadero hogar. Ningún otro "fabricado" por nuestra divina imaginación, por maravilloso que pueda parecer, puede igualarla.


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¹Ortega en sus cursos universitarios solía comparar la actividad cognitiva con un congelador. Véase la colección de escritos reunidos bajo el nombre “Qué es conocimiento” por su discípulo Paulino Garagorri. Colección El Arquero. Alianza Editorial.

 ²Quizá sea esta una de las razones del éxito creciente de actividades como el “running”, “hiking”, “trekking”, “diving”, “cycling”, el deporte amateur en general o el milenario Camino de Santiago que ha sobrevivido a guerras de religión, racionalismo, revoluciones… y pese a todo, sigue gozando de un excelente estado de salud.

³Para ser más precisos diremos que con la inspiración el diafragma desciende a modo de prensa e hincha la parte baja del vientre, lo que se conoce como hipogastrio. Durante la espiración, el diafragma se ayuda de toda la musculatura del bajo vientre. El resultado es un aplanamiento y acortamiento del hipogastrio (se mete hacia dentro y el suelo de la pelvis asciende) y cierto abombamiento de la parte superior del abdomen, la que denominamos epigastrio. 

Los efectos de la respiración diafragmática son positivos para la salud: fortalece la musculatura del centro de nuestro cuerpo aportando estabilidad y equilibrio psíquicos y también del suelo de la pelvis oponiéndose a la aparición de patologías como los prolapsos y las incontinencias.

⁴Desinteresarse no equivale a poner la mente "en blanco”. El tráfago de ideas nunca cesa. La actividad psíquica no descansa, ni de día ni de noche. Es como el ruido de fondo de una maquinaria. La psique es una máquina. Inútil sería intentar apagarla. Simplemente, retiramos nuestro interés de ese trajín, dejándolo estar. El ruido psíquico no distrae. Lo que distrae es el empeño en apagarlo, es decir, intentar poner la mente en blanco.

Pero no olvidemos que la conexión con la vida no depende solo de nuestra “buena voluntad” sino también de la misma vida, la cual, como todo lo que es real, se comporta de forma bastante autónoma respecto a nuestros deseos e intenciones. El ensimismamiento habitual que padecemos crea distancia con la vida, alejándonos de ella. Salir de ese ensimismamiento endémico no es fácil. Hace falta armarse de paciencia. Hace falta cultivar el arte de la espera, ponerse en "modo de espera".

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