Kitaro Nishida y la "lógica del lugar" (I).

 

Lago Braies, Alpes Dolomitas 10 junio 2022

[Esta entrada viene inspirada por mi interés en las ideas de Kitaro Nishida y en especial la de "basho" -lugar-. Recoge reflexiones propias -esto conviene no olvidarlo- basadas en la lectura de una reciente publicación -"Pensar desde la nada"- que contiene varios ensayos suyos, traducida al español por el jesuita Juan Masiá y sobre la que escribiré también -cuando tenga tiempo- unas líneas en el apartado "Libros" de este blog. Por supuesto, de los errores que pueda contener soy yo el único y por entero responsable.]

Introducción

Partimos de dos elementos -A y B- que se niegan mutuamente: 

        A niega ser B y B niega ser A. 

La fuerza de su oposición los lleva a su autoafirmación

        A es A y B es B.

La negación de B por A trae consigo simultáneamente su afirmación como A y viceversa.

Ahora bien: esta recíproca oposición pone de manifiesto mucho más. Entre ellos hay una relación en la cual paradójicamente coinciden. A conviene con B en no ser B y B esta de acuerdo con A en no ser A. La negación de B se ajusta a la afirmación de A y la negación de A se amolda perfectamente a la afirmación de B.

En suma: A y B, aun siendo diferentes y opuestos, no están separados

Arriba-abajo, izquierda-derecha, frío-calor, claridad-oscuridad, antes-después, bueno-malo, afirmación-negación, principio-fin, acción-reacción... Son ejemplos de esta coincidencia o unificación de opuestos cuya lista sería interminable. 

No hay noche sin día, ni claridad sin oscuridad. Lo mismo vale para el resto de pares opuestos que hemos enumerado, ejemplos todos de negación y afirmación simultáneas

A la relación mediadora en la cual los opuestos se encuentran, a esa extraña "unificación", Nicolás de Cusa, en el siglo XV, denominó coincidentia oppositorumCinco siglos después, Nishida propondrá el empleo de una lógica cuya explicación de las cosas no la pase por alto. 

Esa lógica, diferente de la lógica formal de Aristóteles que separa lo idéntico de lo opuesto, será denominada por Nishida -rememorando quizá al cardenal filósofo- "lógica de la identidad de los contrarios"  y, como luego veremos, "lógica de la identidad contradictoria de lo uno y lo múltiple". 

El ser activo de Nishida

La unidad, más que una propiedad o atributo del ser, expresa o representa el resultado de la actividad unificadora que lo define. El ser es uno porque unifica. Y no hay unificación sin opuestos. El opuesto está incompleto, solo muestra uno de los polos de la unidad

El ser activo puede no solo autoafirmarse sino también autonegarse. Autonegación equivale a "dejar de ser", a desaparecer. El ser autonegándose se vuelve nada y queda libre para "llegar a ser". Eser activo lleva su autonegación y su autoafirmación hasta el extremo, hasta la oposición entre lo uno y lo múltiple. 

La "renuncia" del ser

Lo más interesante de todo esto quizá sea el hecho de que dejar-de-ser, volverse nada, no supone una especie de suicidio ontológico sino que también posee su lado positivo. Ser-nada no es una condena, equivale a "apertura infinita" y, por ende, a ser-libre. El ser activo no consiste en otra cosa que en "libertad". De ahí que volverse nada no represente para él una pérdida sino una gran ganancia.

Actividad quiere decir capacidad para la autonegación -poder trascender la propia substancia- y, al mismo tiempo, capacidad creativa. Ambas cosas imposibles e impensables para la lógica formal tradicional o lógica de la substancia.

El ser activo -aparentemente opuesto al ser de Parménides (inmóvil, homogéneo, indivisible, continuo, lleno) puede oponerse a sí mismo (=autonegación, renuncia) y pasar simultáneamente de lo que ya es -lo formado- a lo que aún no es -lo formante- (=autoafirmación). Y puede hacerlo porque no consiste en substancia sino en mudanza o movimiento. 

Heráclito de Éfeso, el príncipe pero prefirió dedicarse a la filosofía en vez de reinar, lo intuyó también así al declarar que todo fluye y nada permanece. Pese a ello, no abandonó la creencia en una substancia primordial -el fuego- de la que todo está hecho. La influencia de su maestro Parménides seguía subrepticiamente actuando en su pensamiento. 




El verdadero yo y el mundo

Nuestro yo es un ejemplo de ser activo. Además, posee la propiedad de la autoconsciencia. El mundo -lo múltiple- necesita esa propiedad que solo el yo individual tiene para poder autoexpresarse. 

Nishida distingue entre mundo material -las cosas- y mundo histórico e introduce la categoría de orden, sucesión o tiempoEl mundo material es relativamente activo porque las cosas no pueden actuar por sí mismas. El histórico es activotemporal: pasa de lo formado a lo formante en una sucesión infinita. Esta sucesión impone una direccionalidad, un sentido teleológico: el ser activo no se repite, no vuelve a ser lo que ya ha sido.

Lo múltiple permanece en oposición a lo individual. Igualmente pasa con lo objetivo y lo subjetivo, lo que representa otra paradoja: para que la objetividad del mundo sea expresada tiene que ser apropiada por la subjetividad del yo. De ahí la pregunta de cómo el mundo, si se ha vuelto símbolo en el yo, puede hacer del yo un punto de su proceso de autoformación y autoexpresión. Cómo el yo expresando en sí mismo al mundo (=simbólicamente) puede, al mismo tiempo, ser un punto de autoexpresión del mundo.

A través de estos pasos y consideraciones, Nishida va sacando a la luz la complejidad no resuelta por el idealismo moderno del yo, de la pregunta que todos nos hemos hecho en serio alguna vez y cuya respuesta no acabamos de encontrar: qué es el yo, qué o quién soy yo en realidad. Y de paso, la de cómo es posible el conocimiento del mundo y del propio yo.

Autonegación y Autoconciencia

La lógica formal o de la substancia -la usada desde Aristótelesse basa en los dos principios o formas más elementales del ser: el ser idéntico y el ser opuesto. La identidad del sujeto impide que sea predicado. La substancia no puede cambiar y la substancia del sujeto es diferente a la del predicado. 

Ahora bien, ser "autoconsciente" equivale precisamente a eso: a poder predicarse a sí mismo (a ser predicado de sí mismo) pero para que esto pudiera ser posible sería menester que el yo abandonara el lugar del sujeto y se situara en el del predicado. Es decir, que se autonegara como sujeto y, al mismo tiempo, se autoafirmara como predicado. Ambas cosas, como ya hemos dicho, inconcebibles para la lógica formal. 

Las proposiciones construidas con esta lógica se forman con un ser que expresa y otro ser que es expresado. El primero se sitúa en el lugar que corresponde al sujeto y el segundo al predicado

Una ejemplo de esta clase de proposiciones podría ser el siguiente:

Yo oigo una campana

La autonegación del yo como sujeto cambiaría la proposición quedando de este otro modo:  

La campana se oye

La construcción de esta proposición es más simple. Donde antes había dos elementos (sujeto y predicado) ahora solo hay uno (predicado). En ella, el yo se expresa “oyéndose la campana”. O dicho de otro modo: el yo se ha convertido en el hecho "oírse la campana". 

La lógica de la identidad de los contrarios permite expresar la actividad de un yo capaz de autonegarse como sujeto -desapareciendo como sujeto, volviéndose nada- y autoafirmarse en el predicado. 

Llegando a este punto, quizá convenga hacer un breve inciso para aclarar la diferencia radical entre “conciencia” en el sentido moderno del término y “autoconciencia”. Para ello, nos apoyaremos en algunas averiguaciones hechas por Ortega (ya comentadas en entradas anteriores) que nos parecen muy esclarecedoras.

En la conciencia nunca deja de estar presente el sujeto, el cual está separado del objeto. De hecho, sin esta separación no cabe hablar de conciencia. Sin embargo, en la autoconciencia, no hay sujeto. 

En realidad, Ortega no se atreve a decir tanto. Se limita a afirmar que el sujeto, olvidado de sí, no se da cuenta de su oír (en el ejemplo que hemos puesto, hay un sujeto que oye el sonido de una campana); que se trata de un sujeto ingenuo que cree lo que oye -o lo que ve- sin saber que lo está oyendo -o viendo-.

Nishida se atreve y da un paso más. Una creencia no por ser ingenua deja de ser de alguien. Una creencia implica siempre a un sujeto, aunque se trate de un sujeto olvidado de sí que cree lo que ve, oye o piensa, sin darse cuenta de su ver, oír o pensar. 

Por tanto: ingenuidad es una cosa y autoconsciencia otra. 

En la autoconsciencia, el yo ha dejado de ser sujeto. El yo autoconsciente no cree ni deja de creer, no duda ni puede dudar, no tanto porque sea un sujeto ingenuo como por tratarse de un yo-sin-yo. Su actividad no consiste en creer en los objetos sino en algo radicalmente distinto. A saber: en realizarse en ellos, es decir, en lo múltiple, en el mundo. En la "autoconsciencia" el yo ha salido de la conciencia o pensamiento dualista, y lo que queda es la pura reflexión de la realidad en sí misma, tal como es. 

La conciencia, como ya demostró Ortega en su crítica a la fenomenología de Husserl, precisamente porque es dualista, no puede hacer tal cosa: no puede reflejarse a sí misma. Por el contrario, la autoconsciencia no consiste en otra cosa. Emplear el mismo término para referirse a ambas solo induce a confusión. Por eso, el termino "conciencia", para evitar tan nefasto malentendido, debería ser "enviado -cito literalmente a Ortega- al lazareto". 

La autoconciencia no "pone" nada en la realidad -ni siquiera ingenuidad- pero no porque se abstenga de hacerlo, como cree la fenomenología, sino porque el yo autoconsciente es un yo-sin-yo. Solo entendiéndolo así podría ser admitido como ingenuo. En cualquier caso, la ingenuidad del yo-sin-yo es la cosa más opuesta a la conciencia pura de Husserl.

Tanto lo individual -el yo- como lo múltiple -el mundo- se necesitan mutuamente. De ahí que Nishida a esta lógica también la denomine lógica de la determinación mutua. Y en esto, ambos autores -Nishida y Ortega- sí que coinciden.

Cerramos el paréntesis y volvemos al asunto donde lo dejamos. 

Sujeto y objeto representan los dos polos o extremos de un único lugar en el cual forman -siendo diferentes- una identidad contradictoria. De ahí que Nishida llame a esta identidad “existencia en el lugar”. Sin la "existencia en el lugar" -basho-, el yo ni podría autonegarse como sujeto ni expresarse a sí mismo en el predicado. 

Lo que no era posible para la lógica de la substancia o formal, lo es para la lógica del lugar. De hecho, todo deber ser entendido como autodeterminación del ser del lugar o ser autoconsciente.

Nova Levante, Alpes Dolomitas 11 de junio 2022


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