Templo Zen Rinzai Tenryu-ji, Arashiyama, 9 de agosto 2023 |
De la acción al ser.
En este capítulo del ensayo, Byung-Chul Han se hace eco de algunas ideas de Heidegger, comenzando por las vertidas en una conferencia suya titulada Ciencia y meditación.
El ser-ahí
A diferencia de la acción, que nos propulsa hacia delante, la
meditación nos retrotrae a donde ya estamos desde siempre. Sus
pasos no conducen hacia delante sino hacia atrás, hacia donde ya nos
encontramos. Hacia un ahí que se encuentra demasiado cerca de
nosotros hasta el punto que lo pasamos por alto. [Un lugar que representa] lo “hipercercano”, [lo que] está
más cerca que el objeto más cercano. Quien únicamente está activo se lo salta
inevitablemente pues solo se revela a la pausa inactiva, contemplativa.
Heidegger hace también alusión a la espera. Solo en la
pausa de la espera, el ser humano advierte aquel espacio en el que se encuentra
desde siempre. Un espacio donde brilla lo inútil, lo inutilizable e
insignificante. En una palabra, lo indisponible. [Disponible: lo que
está listo para ser usado o utilizado.] La acción solo tiene ojos para lo
disponible.
El mundo original
El ser-ahí [Da-Sein] precede al ser-consciente. Antes
de dirigir mi atención a un objeto ya me encuentro en un mundo que no es el
mundo objetivo sino el original. Un mundo que es más objetivo que cualquier objeto sin ser él mismo un objeto.
A este mundo original le corresponde una disposición afectiva o estado de ánimo que precede a su vez a toda intención referida a objetos. Tal estado manifiesta nuestro ser-en-el-mundo-original. Se trata de un marco prerreflexivo de toda actividad y acción, las cuales ni son espontáneas ni totalmente libres sino determinadas por él [véase la entrada dedicada a Francisco Brentano y a la extraña cualidad de lo consciente que denominaba intencionalidad].
Al pensamiento le pasa lo mismo: ni es pura actividad ni espontaneidad.
Antes que nada, pensar consiste en un co-rresponder. El pensamiento
corresponde a lo que “nos llama como voz del ser”. Pensar es, por lo pronto, “abrir
nuestros oídos”, escuchar y prestar atención. La co-rrespondencia se refiere precisamente a esto: escuchar la voz de la llamada. Y no hacerlo de forma
ocasional o casual sino siempre y necesariamente.
La disposición afectiva o estado de ánimo no consiste en
algo difuso o indeterminado sino en la fuerza de gravedad que atrae y condensa a
las palabras y los conceptos para dar al pensar una forma determinada. El
pensamiento toma la dirección que el plano prerreflexivo del estado de ánimo
determina y fundamenta. Sin estado de ánimo, el pensar carece de rumbo, no
tiene de-terminación.
El pensamiento en su dimensión más íntima es pasivo y
contemplativo [o simplemente "contemplación"], “se deja llevar por, se deja determinar por”.
A la inteligencia artificial, a las máquinas, les es
ajena la inactividad contemplativa. Solo conocen dos estados: encendido y
apagado. El estado contemplativo no se consigue simplemente desactivando el
funcionamiento. También carecen de la disposición afectiva o estado de ánimo
que determina al pensamiento. Por eso, en rigor, no pueden pensar.
La máquina no es activa ni inactiva. La actividad y la
inactividad se comportan como la luz y la sombra. La sombra da forma a la luz.
Le da contornos. La sombra y la luz se condicionan entre sí [forman, empleando
términos de Nishida, una unidad activa y contradictoria]. Visto así, la
actividad y la inactividad son dos modos o estados distintos del
pensamiento e incluso del espíritu.
El pensamiento está formado por luz y sombra (por actividad
e inactividad). La inteligencia de las máquinas, por el contrario, no conoce ni
la luz ni la sombra. Es transparente.
La atención profunda
Prestar atención, [mostrar interés], abrir nuestros oídos, estar a la escucha…
eso es pensar. El pensamiento siempre está en actitud receptiva.
Consiste en recibir un don y corresponder, es decir, ser agradecido. El pensar
(denken) en su dimensión contemplativa consiste en agradecer (danken). [La práctica contemplativa es un modo o manera de mostrar agradecimiento].
La meditación [-o el acto de meditar-], según Heidegger, se
opone a convertir las cosas en algo disponible, por tanto, alcanzable,
calculable, controlable, dirigible, dominable y consumible. Lo disponible y
consumible no genera atención profunda, contemplativa.
Renunciar no significa rendirse
Dejarse llevar no significa necesariamente rendirse, como
tampoco rendirse equivale a renunciar. La “renuncia” (término del vocabulario
heideggeriano) guarda relación con aquella dimensión del ser que permanece
cerrada a la voluntad y a la actividad que ella controla. La renuncia nos
vuelve receptivos al don. La renuncia no quita. La renuncia da. El ser
como lo indisponible se da en la renuncia. Así la renuncia se transforma
en un “agradecimiento”.
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